La brecha digital, o más bien las brechas digitales, se refiere a los diferentes tipos de desigualdades (de acceso, de uso, etc.) en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Estas desigualdades tienen importantes implicaciones sociales. La “brecha” digital no se limita a una simple división entre quienes pueden acceder a las tecnologías y quienes no. En realidad, cada uno de nosotros podemos encontrarnos, en algún momento, en una situación en la que el acceso a un servicio nos es imposible, en la que no sabemos cómo utilizarlo o en la que no somos capaces de explotarlo plenamente. Por lo tanto, no se trata de considerarlo como una dualidad, sino más bien como un continuo.
La brecha de acceso
La brecha de acceso es el primer grado de la brecha digital, fácilmente identificable y medible. Se refiere a si hay o no acceso a dispositivos estables y de alta calidad e Internet. Según un estudio de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) [1], 1/3 de la población mundial, es decir, unos 2.600 millones de personas, no tiene acceso a Internet. La disparidad entre las zonas rurales y urbanas es marcada: en promedio, el 76% de la población urbana tiene acceso a Internet, en comparación con el 39% en las zonas rurales [2]. El acceso a Internet también está influenciado por el poder adquisitivo. Las personas con ingresos más altos a menudo obtienen acceso ilimitado, mientras que aquellas con ingresos modestos recurren más a planes prepagados y acceso limitado. A pesar de algunos avances, la igualdad de acceso a Internet sigue siendo un desafío. Soluciones como el internet satelital apuntan a mejorar esta situación.
La brecha de acceso no se limita a la conectividad. También incluye tener un smartphone o un computador. No tener acceso a estos dispositivos dificulta el uso de ciertos servicios, el seguimiento de cursos en línea o el trabajo remoto. Además, esta situación genera desigualdades en el desarrollo de las competencias digitales, lo que nos lleva al segundo tipo de brecha digital.
La brecha de uso
La brecha de uso, o de segundo grado, se refiere a una situación en la que una persona tiene acceso a Internet y a un dispositivo, pero tiene dificultades para usar los servicios disponibles. Un estudio de la UIT reveló que en los 40 países encuestados, menos de la mitad de las personas con acceso a Internet y un computador no sabían cómo adjuntar un archivo a un correo electrónico. Si se piensa bien, es bastante común encontrarse con situaciones en las que gente a nuestro alrededor piden ayuda para hacer trámites en línea o para resolver problemas con su teléfono o televisión.
En este sentido, la educación digital es esencial, ya que abarca los fundamentos del uso de dispositivos y servicios digitales, como el uso de un computador, el envío de correos electrónicos, la creación de documentos y el uso responsable de las redes sociales. Además, permite aprender a identificar las estafas en línea.
Sin embargo, la brecha de uso también puede deberse a un servicio digital mal diseñado o inaccesible. Es decir, una persona puede encontrar dificultades con un servicio que no es intuitivo o que es inaccesible, y pese a tener habilidades digitales suficientes, es incapaz de utilizarlo, lo que genera una desigualdad no debido a la falta de habilidades, sino a fallas en el diseño del servicio.
Por lo tanto, es responsabilidad de los profesionales del mundo de la tecnología desarrollar servicios accesibles e inclusivos, capaces de ser utilizados por el mayor número de personas posible. Un ejemplo clásico es el de las personas con daltonismo que a menudo tienen dificultades para distinguir entre los colores rojo y verde. Si un servicio se basa únicamente en la codificación por colores para transmitir información, como el uso de un color verde para indicar el éxito y un color rojo para indicar el fracaso, es obvio que estas personas se encontrarán con problemas de usabilidad. Esto significa que elecciones de diseño inadecuadas pueden conducir a una brecha de uso, independientemente de las habilidades digitales del usuario.
¿Cuáles son las consecuencias?
Para las personas con habilidades digitales limitadas, la exclusión de servicios y productos accesibles a través de las tecnologías digitales es una preocupación. Se ven privados de oportunidades de aprendizaje, desarrollo de habilidades y tienen un acceso limitado al comercio electrónico y a los procedimientos en línea. Esto complica su integración en una sociedad cada vez más centrada en la presencia digital. A medida que la sociedad evolucione, las competencias digitales se volverán esenciales, lo que corre el riesgo de exacerbar las desigualdades existentes.
¿Qué hacer entonces?
Sabiendo que algunas personas tienen habilidades digitales limitadas, es imperativo brindarles opciones, que van desde el acceso a Internet y dispositivos, hasta recursos educativos para desarrollar sus habilidades. Además, para aquellos que no quieren o no pueden aprender a utilizar las herramientas digitales, se deben ofrecer alternativas accesibles y de calidad a los servicios y trámites en línea.
Por último, los diseñadores de servicios digitales tienen la responsabilidad de garantizar que sus soluciones sean inclusivas, considerando cuidadosamente su implementación para evitar contribuir a las brechas y desigualdades entre las personas.
Brecha de apropiación
Esta brecha de tercer grado se refiere a una situación en la que una persona tiene acceso a Internet y a un computador y sabe cómo usar los recursos en línea, pero tiene dificultades para seleccionar, evaluar y usar la información o los servicios disponibles de manera efectiva. Esto dificulta que aprovechen al máximo los servicios ofrecidos.
No basta con saber buscar información; también es fundamental poder criticar esta información, discernir su veracidad y consultar las fuentes de información encontradas. Además, hay que ser capaz de producir contenidos, como escribir un documento o publicar un artículo en línea a partir de esta información, lo que en definitiva implica pasar de un consumo pasivo de información a un papel activo y crítico.
No obstante, muchas personas utilizan los servicios digitales principalmente para entretenerse, sin las habilidades para operar programas o servicios más complejos. Por ejemplo, algunos pueden tener un teléfono móvil sin acceso a un computador, lo que limita sus interacciones con herramientas digitales más complejas.
Y este fenómeno se hace cada vez más crucial en la medida que el dominio de las competencias digitales se ha convertido en un requisito en muchos puestos de trabajo, una tendencia que no hará más que crecer. Esto se traduce en que las personas con estas habilidades tienen una ventaja sobre las que no las tienen, creando y aumentando desigualdades en el acceso a mejores oportunidades laborales.
Pero no todo es responsabilidad de los usuarios y usuarias, también es esencial que quienes diseñan soluciones digitales tengan en cuenta las necesidades de los usuarios finales, garantizando que sus programas y servicios sean lo más intuitivos y accesibles posible.
La brecha de género
Esta brecha es transversal a los tres tipos de fractura mencionados anteriormente. Al igual que en la sociedad, en el mundo digital existe la discriminación y la desigualdad. Las interacciones en línea están vinculadas a las dinámicas sociales que las sustentan. El mundo digital, lejos de estar higienizado y aislado, refleja los problemas encontrados en la realidad. Las desigualdades, como las relacionadas con el género, se manifiestan en este espacio, porque somos nosotros, las personas, quienes creamos y damos forma a este entorno.
Por ejemplo, las mujeres están especialmente infrarrepresentadas en el sector de las TIC. En Europa, representaron el 17% de los especialistas en TIC en 2019 [3]. Esto puede dar lugar a sesgos de género en el software, los servicios y los algoritmos desarrollados, así como a la discriminación en el mercado laboral. Además, las mujeres son mucho más propensas a ser víctimas de ciberacoso, lo que las empuja a adoptar estrategias de evitación, como la eliminación de cuentas en redes sociales, la autocensura o incluso el abandono total de ciertos espacios o servicios en línea. Por esta exclusión, se ven privados del acceso a los servicios esenciales [4].
Aunque a veces sea difícil de percibir, problemas sociales como la discriminación y la desigualdad se ven reflejados en el ámbito digital. Asimismo, las desigualdades digitales contribuyen a exacerbar los problemas sociales ya presentes en nuestro entorno físico.
Consecuencias globales
Como cualquier forma de desigualdad o discriminación, las brechas digitales tienen consecuencias significativas para las personas que las padecen. Esto se puso de manifiesto durante la pandemia de Covid-19: las habilidades digitales fueron cruciales para seguir clases y trabajar a distancia, lo que puso de manifiesto las dificultades a las que se enfrentaban quienes carecían de estas competencias o no tenían acceso a un computador o a una conexión a Internet de alta velocidad.
Esta situación conduce al aislamiento, especialmente de las personas que viven en zonas rurales donde el acceso a internet a veces es limitado, lo que las excluye del espacio digital y restringe sus oportunidades de acceder a la información y el conocimiento.
Además, como se mencionó anteriormente, la brecha digital acentúa las disparidades económicas, ya que las personas con habilidades digitales limitadas a menudo son excluidas de ciertos trabajos debido a su falta de conocimientos.
Por último, hay que recordar que las brechas digitales conciernen a todos y todas. Por ejemplo, mudarse a un área con un acceso a Internet menos estable puede crear una brecha de acceso para las personas que siempre tuvieron un buen acceso cuando vivían en la ciudad. Otro ejemplo es que algunos servicios pueden resultar más complejos de utilizar, especialmente si no están diseñados teniendo en cuenta las necesidades de los usuarios (especialmente en términos de accesibilidad), lo que puede dar lugar a desigualdades en el uso.
¿Qué podemos hacer para reducir estas brechas?
Como desarrollador de software, creo que es crucial que quienes trabajan en tecnología no se limiten a un grupo selecto de usuarios al crear soluciones. Debemos esforzarnos por ampliar nuestra visión y diseñar servicios accesibles e inclusivos, para no profundizar la brecha digital existente y promover equipos de desarrollo diversos. Esto incluye diseñar soluciones eficientes en cuanto a uso de datos, teniendo en cuenta los diferentes tipos de brecha digital citados en este artículo.
También es fundamental no obligar a las personas con menos competencias digitales a utilizar exclusivamente los servicios digitales. En la medida de lo posible, se debe pensar en soluciones alternativas, como un número de teléfono o una franja horaria para acudir físicamente a un lugar, con el fin de tener acceso a dicho servicio.
Referencias
[1] International Telecommunication Union (2023), « La población mundial sin conexión sigue disminuyendo hasta los 2 600 millones de personas en 2023 » : https://www.itu.int/fr/mediacentre/Pages/PR-2023-09-12-universal-and-meaningful-connectivity-by-2030.aspx
[2] Naciones Unidas (2021), « Malgré un essor, près de 3 milliards de personnes ne sont toujours pas connectées à l’Internet (UIT) » : https://news.un.org/fr/story/2021/11/1109682
[3] Comisión Europea (2019), « Las mujeres en el mundo digital » : https://digital-strategy.ec.europa.eu/es/library/women-digital
[4] Naciones Unidas (2023), « Les femmes, premières victimes du harcèlement en ligne » : https://unric.org/fr/les-femmes-sont-les-premieres-victimes-du-harcelement-en-ligne/. Para más cifras : The Economist Intelligence Unit, « Measuring the prevalence of online violence against women » : https://onlineviolencewomen.eiu.com/